La mente del ser humano es tan frágil y misteriosa.
Todo aquello que ayuda a una persona a encaminar su vida, puede estropear la vida de otros.
Hablemos de la fe, de la religión, fui criada en una iglesia, he visto la vida de muchas personas cambiar,
alcohólicos dejar de beber, hogares destrozados restaurarse, sin embargo también he visto mucho sufrimiento. Y no hablo de los tontos que se esconden detrás de la religión para usarla para su propio beneficio, porque ellos usarían cualquier cosa que estuviera a su alcance para dañar a los demás.
Hablo de personas de fe, que realmente quieren hacer el bien, pero que el peso de la culpa que produce la religión, no les deja vivir tranquilas.
Yo fui una de ellas, durante mucho tiempo asistí a la iglesia. Al principio lo hacía de mala manera , pero después genuinamente comencé a creer.
Sin embargo al entrar a la adolescencia, mis demonios comenzaron a surgir.
Comencé a obsesionarme con la oración, si estaba amozando y me acordaba de Dios, sentía que debía orar, porque Dios me lo estaba pidiendo, de no hacerlo algo malo podría pasarme.
Venían pensamientos, naturales y carnales a mi mente y me sentía culpable, hasta que me cansé y me alejé de todo eso, porque en lugar de ser un refugio para mi, el camino de la fe se convirtió en una carga muy pesada.
Llevo dos años de no asistir a la iglesia, sin embargo en mis momentos de angustia siempre acudo al Señor, la semana pasada me sentía totalmente angustiada, me desperté a las 3:00 AM y no podía dormir de la preocupación, sin embargo recordé a Dios y vacié mi alma ante Él, me sentí como nueva.
Muchos predicadores dirán, es que no puedes acomodar a Dios a tu manera, o buscarlo solo cundo lo ocupes, pero es de esta manera a donde siento la paz.
Para mi, la relación con Dios es como la de un noviazgo, poco a poco le vas conociendo, tienes altas y bajas y no pueden condenarte por eso.
Comentarios
Publicar un comentario